- Acumular un patrimonio considerable en el futuro.
- Proteger este patrimonio a lo largo del camino, es decir, asegurarte de que tus ahorros estén disponibles ante situaciones inesperadas como emergencias familiares, problemas de salud, imprevistos, etc.
¿Donde invierto mi dinero?
El mundo en el que vivimos es incierto, y nunca podemos predecir con certeza qué nos deparará el futuro. Por lo tanto, no parece mala idea reservar una parte de nuestros ingresos y evitar gastar todos nuestros ahorros. El acto de ahorrar proporciona protección en caso de dificultades inesperadas y nos abre la puerta a aprovechar oportunidades del futuro.
Cada persona tiene unos objetivos de ahorro diferentes. Algunos pueden focalizarse en ahorrar para la jubilación, mientras que otros simplemente desean aumentar su seguridad o alcanzar la libertad financiera. Incluso hay quienes aspiran a dejar un legado para las generaciones futuras.
Una vez hayamos comprendido la importancia del ahorro, surge la pregunta de cómo invertir de manera efectiva para preservar esos ahorros.
¿Realmente hace falta invertir para mantener tus ahorros? Desafortunadamente, el dinero que no se invierte tiende a perder valor con el tiempo debido a la inflación y otras fuerzas económicas.
La inflación
La inflación es un fenómeno que suele pasar desapercibido, a menos que hagamos un esfuerzo en recordar cuánto costaban las cosas hace algunos años.
Con el tiempo, el mismo dinero tiende a comprar menos cosas, lo que significa que el coste de vida aumenta gradualmente. A menudo, este proceso es tan lento que no lo notamos de inmediato, pero está sucediendo.
Con una tasa de inflación «moderada» del 2,5%, las diferencias de un año a otro pueden pasar desapercibidas. Sin embargo, a lo largo de 30 años, los precios se duplicarán y el valor de nuestro dinero, fruto de nuestro arduo trabajo y ahorro, se reducirá a la mitad. Cuando la inflación se dispara, los efectos pueden ser devastadores y llevar a la erosión significativa de las fortunas.
Por lo tanto, invertir se convierte en una necesidad si deseamos preservar el poder adquisitivo de nuestros ahorros y evitar una pérdida constante pero segura. La inversión no solo nos permite proteger nuestros ahorros contra la inflación, sino que también brinda la oportunidad de hacerlos crecer.
Interés compuesto: La magia de la inversión
Imagina que tienes 10.000€ y consigues una rentabilidad anual del 5%. Si retiras los beneficios cada año, ganarías 500€. Al cabo de 40 años, habrías acumulado 30.000€ en total (10.000€ iniciales + 20.000€ de intereses). Este resultado se debe al interés simple.
Ahora bien, ¿qué sucedería si reinvirtieras tus beneficios? En el primer año, también obtendrías 500 €, pero en el segundo año, ganarías 525 €. A medida que incrementas la cantidad invertida, tus beneficios aumentan.
Al principio, esta diferencia crece poco a poco, pero luego, de forma sorprendente, el cambio se vuelve muy significativo. Después de 40 años, habrías acumulado 70.400€, más del doble de lo que habrías obtenido con el sistema de interés simple. Esto se conoce como interés compuesto.
Por supuesto, cuanto más puedas aportar, mayor será tu capital invertido y mejores serán tus resultados a medida que pasa el tiempo.
¡Cuidado con las pérdidas!
El poder del interés compuesto es un aliado valioso, pero también debemos ser conscientes de los poderosos enemigos que pueden afectar nuestras inversiones.
Históricamente, la mayoría de las inversiones pasan aproximadamente tres cuartas partes del tiempo recuperándose de caídas en el mercado. Este fenómeno se debe a las matemáticas: para recuperarse después de una caída, nuestras inversiones deben ganar un porcentaje mayor de lo que se perdió.
Para ilustrarlo, imaginemos que invertimos 10.000€ y sufrimos una pérdida del 10 % en el primer año. En este punto, tendríamos 9.000 €. Dado que ahora tenemos menos capital, necesitaríamos una ganancia del 11 % (en lugar del 10 % original) para recuperar las pérdidas.
Cuanto mayores sean las pérdidas, más difícil será la recuperación. Por ejemplo, recuperar una pérdida del 50% requeriría una ganancia del 100 % y para recuperar una pérdida del 75%, se necesitaría una ganancia asombrosa del 300 %.
Controla los costes
Protegerse contra grandes pérdidas es importante, pero también debemos minimizar las pérdidas pequeñas pero constantes (por ejemplo de las comisiones de los fondos de inversión).
Imagina que en 1970 hubieses tenido una bola de cristal para ver el futuro. Si te hubieran dicho cuál sería la estrategia de inversión más rentable en los siguientes 40 años, seguramente habrías obtenido una rentabilidad inferior a la de la peor estrategia si hubieras tenido comisiones de del 2 % anuales.
Actualmente, es común encontrar bancos tradicionales que ofrecen carteras y fondos de inversión con comisiones aún más altas (incluso del 3%).